Es realmente una pasión por las aves lo que sienten las  personas que utilizan reclamos vivos para atraer a sus congéneres. Con  los reclamos vivos no se consiguen grandes perchas, pero sí los  suficientes especímenes como para apagar la afición, a la vez que  compensa el mantener durante todo el año unos animales que llegan a  formar parte de tu vida, como un perro o un gato, ya que los cuidas casi  a diario.

Los  cazadores que utilizan animales vivos para la caza  tienen otra sensibilidad  hacia los   mismos, puesto que incluso llegan a ponerle nombre a cada uno de   ellos, y hay que ver de   qué manera conocen a sus dueños.
Que  nadie piense que sólo tienes que poner un pájaro y ya te vas  a hinchar de   tirar  tiros. Los cazadores expertos saben que no hay que quemar un  buen comedero o  paso, y   nunca tirar al dormidero. Yo personalmente empleo tres o cuatro horas   al día en la caza   con cimbel, alternando los distintos sitios que utilizo y los  puestos  de paso sólo de   mañana y hasta el 15 de Noviembre. Con esta medida no  agoto ni  escarmiento a los   animales. Tomo el cupo que yo me he impuesto, las  piezas que voy a  consumir, y hasta otro   día. Así toda la temporada desde hace  treinta años. Luego cazo un rato  a   la perdiz o al conejo, o al zorzal, o a la  becada, o visito a las  acuáticas,   según la climatología.

Los  cazadores que utilizan animales vivos para la caza tienen  otra sensibilidad  hacia los   mismos, puesto que incluso llegan a ponerle nombre a cada uno de   ellos, y hay que ver de   qué manera conocen a sus dueños. Llevo cazando con  reclamo toda mi  vida, tanto   bucales como con señuelos vivos. Me llena, me  apasiona, y encuentro un  placer en el   manejo de los animales vivos. Siento la  necesidad de cogerlos, de  tocarlos. Es la caza del   engaño, de la astucia, del  estudio, de la observación, de la  ocultación,   del mimetismo, la paciencia, de  los enfados —cuando el reclamo cumple y  tú fallas   el tiro o el animal que viene  al engaño te descubre—. En ocasiones no  ves ni oyes   al ave que viene al  reclamo, y es el señuelo el que te avisa —ahora  estoy pensando   en la caza nocturna  de patos en luna llena—. Sencillamente, es muy  emocionante.

No  todos los reclamos sirven por un igual. Los hay muy fieles y  seguros, otros no  tanto,   por lo que una vez probados se suelen dejar en libertad, puesto que   pueden provocar un efecto   contrario al deseado. Siempre he tenido en casa  pájaros principalmente    fringílidos, perdices, zorzales y mirlos. No me han  gustado nunca los  canarios ni los   pájaros tropicales. Heredé esta pasión por  los pájaros gracias a mi   abuelo, buena persona y gran cazador de menor, allá  por las tierras  del Maestrazgo   (Castellón). Que aunque no sabía ni leer ni  escribir —y lo digo con   orgullo— tenía matricula de honor en gestión y  aprovechamiento de la   naturaleza. Me enseñó todas las artes de aquel tiempo,  hoy prohibidas  por ley,   pero me he quedado con las que te ofrecen una captura y  suelta sin  ocasionar ningún   problema al animal. También me enseñó todas las  técnicas de   atracción, así como diversos reclamos-canto para atraer a los   animales. Con los   años he ido perfeccionando los sonidos y actualmente imito más  de  veinte   reclamos diferentes, con la boca, sin necesidad de ningún tipo de   artilugio. Es   sencillo, solo se necesita oído, afición, voluntad y muchas horas  de   práctica.

Los  cimbeles que comúnmente utilizo son la paloma, el zorzal, el  ánade,   fringílidos  y la urraca. La perdiz sólo como filmación o,  sencillamente,   la observación del  comportamiento animal. También la chilla para el  zorro es   apasionante. Cuando  tienes a tu cargo un buen reclamo lo cuidas como  oro en paño, como   si del mejor  perro de caza se tratase, con una alimentación esmerada,  casi de capricho   —tengo  dos urracas a las que les gusta mucho el jamón de York, por  aquello de que    necesitan proteína—, y cuando lo pierdes lo pasas mal. Si no que se lo  digan a  los   pajariteros y cuquilleros, ese perdigacho, subido con paciencia desde   pollito, al que se le ha   alimentado de mil maneras, consiguiendo insectos  cuando no hay o  vegetales parando aquí   y allí, junto a la carretera o camino,  porque en el campo el herbicida  ha actuado y   está arrasado de vegetales.

La  caza a la espera o aguardo, en la modalidad que sea, te  ofrece un abanico de  diferentes   posibilidades de observación. Así, contemplas la diferente fauna  viva  que pasa a   tu alrededor, como mamíferos, aves e insectos. La climatología  es  cambiante, las   nubes, el cielo, el viento, y se suceden lances inesperados y  a veces  muy sorprendentes. Los   más frecuentes, cuando cazas palomas con cimbel.  En mis treinta años  empleando   este tipo de caza que me han visitado, creo, todo  tipo de rapaces. Y  es verdaderamente un   espectáculo cuando el azor o el halcón  te hacen un barrido al cimbel.  De que   manera queda sorprendido el animal  predador cuando observa que su  presa no sale disparada para   cogerla en vuelo.  En una ocasión estaba filmando el canto de la perdiz  macho, y por el   rabillo del  ojo vi como se acercaba don «Maese el zorro». Pero el  puñetero   creo que me  venteó, y a escasos metros del reclamo salió raudo y  sigiloso por   donde había  venido. Cazando patos en el Delta del Ebro, en varias  ocasiones se han   tirado  los patos entre los cimbeles o a escasos metros de mí, sin  darme la oportunidad    de coger la escopeta o disparar. Pero el lance igual vale la pena y te  queda en  la memoria   para siempre. Cuando cazas urracas, por ejemplo conseguirás en una   zona tres o cuatro,   del grupo matriarcal que lo formen, pero al rato tienes que  irte a la  otra punta del coto   porque hasta pasados varios días, o un mes, no  pillarás ninguna.  Vienen pero   saben guardar las distancias del plomeo, ¡no son  nadie!

Hay  muchos trucos para cazar con señuelos vivos, cada pájaro  tiene los suyos,   pero  no son fáciles de enumerar, por lo que cada cazador los descubre  poco a poco    con el tiempo y se los guarda para sí. Es lógico. Es el fruto del  esfuerzo, de    la observación y de la tenacidad en el estudio. Y ya se sabe: 
«cada    maestrillo tiene su librillo»,  por lo que no lo soplará porque  sí.